Mujeres, somos juzgadas por nacer, por crecer, por romper, por seguir. Por defendernos, por ser agredidas, por abortar, por dar vida, por reír a carcajadas, por soñar, por corromper lo sano.
Nos sitúan en una delgada linea de la moral, tan delgada y endeble como una cuerda floja, que debes recorrer con los ojos vendados, y si tambaleas mueres azotada sobre el suelo duro de críticas sociales.
Ser señorita. Sentarte de piernas cruzadas, ser coqueta, no tirar el poto a la "chuña", valorar la virginidad, desear ser madre y amar a cada niño que pase por tu vista. Amar los colores rosas, no decir garabatos, no embriagarte, no enamorarte mil veces si quieres, no pagar por sexo y no cobrar por él. Tenemos que ser señoritas.
Si no eres señorita, te quedas sola. Pasas a ser parte de las "muchachas para el rato". Te recriminan, te haces infeliz, porque te caes de la cuerda floja, te sales de la delgada linea de la moral, pero de la moral patriarcal, que sólo quiere dominarnos.
¿Cuántas veces, cuánto tiempo gastamos en pensar este concepto de "señorita"? ¿Cuánta energía gastamos intentamos ser estas damiselas infelices y falsas que nos obligan a ser para ser aceptadas?
Yo prefiero suicidarme socialmente.
Morir socialmente para mi es sinónimo de libertad social. Soy feliz siendo una muerta social.
Desnudarte ante la sociedad para no cargar con ese pesado y fuerte corsé llamado "señorita" es revolucionar y violentar una sociedad. Ser feminista es violentar a esta sociedad, porque dejas de ser lo que te piden ser, porque te bajas de la cuerda floja y caminas sin ni una linea social que interrumpa el camino que tu quieres tomar.
Tiramos el poto a la chuña, porque nadie nos ata, porque somos transparentes, porque no queremos cambiar, sino que queremos ser aceptadas, tal y como somos, y aun así, respetamos nuestro cuerpo, porque sólo nosotras decidimos quien lo toca, porque nosotras decidimos qué métodos usar para cuidarlo. Nos dicen infieles y que por eso no nos respetamos, pero cuando ellos son infieles se les levanta un monumento de moral para fortalecer su ego, mientras a nosotras nos incendian con su palabras de desapruebo. Pero, ¿qué importa realmente? nos llaman putas, zorras, regaladas, golfas. Somos humanas, pero sin la hipocresía de ser alguien que no somos. No somos señoritas, no queremos ser señoritas.
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