Muchas veces, las criticas que se les hace a las feministas va enfocada a qué sus demandas se sumen a otros movimientos como partidos políticos legales o organizaciones sociales como colectivos anarquistas, rojos, ecologistas o cuanta cosa se les ocurra.
Cuando pasa esto, yo, Jerónima pienso: "se nota que estos imbéciles no tienen idea de la historia de la mujer, ni de lo qué es feminismo, ni del por qué nos separamos de esos movimientos que intentan integrar nuestras demandas" y los miro con una cara que se asemeja a esto "¬¬".
Las primeras mujeres que se revelaron al sistema machista y participaron de la vida pública se sumaron a partidos políticos y organizaciones sociales y nos reducieron al trabajo doméstico dentro de la política: servíamos café, ordenábamos las sillas para las reuniones de los políticos dirigentes y organizar el papel donde se escribían los puntos claves era el trabajo más revolucionario e importante que hacíamos como mujeres involucradas en la política. Vivíamos -o sea, vivimos- en un mundo patriarcal, que seguía plegándonos a los aspectos sencillos de las tareas domésticas, y se nos seguía negando la opinión política y ni pensar de ser dirigentes o representantes.
Lo más gracioso, es que hasta el día de hoy esta situación sigue repitiéndose constantemente y son contadas con la mano aquellas organizaciones y partidos que miran a sus mujeres como un igual y las colocan a la cabeza del movimiento que plantean... el resto, las sigue manteniendo en el anonimato y ellas, aun no reaccionan.¿Por qué no reaccionan? Precisamente porque el patriarcado y el machismo han hecho lo suyo con la mujer, su revolución es muy diferente a la revolución que hace el hombre, porque él siempre ha participado y liderado revoluciones de toda índole. Para nosotras, todo esto es nuevo.
La mujer tiene que pasar tres revoluciones para ser una mujer revolucionaria de verdad y poder cooperar en alguna de manera óptima, de manera presente y de manera consiente de que ella es un actor político importante e integral al mismo nivel que cualquier persona que haya dirigido aquel movimiento en el cual participa.
Primera Revolución: La revolución de la cabeza
Una mujer para poder comenzar a tener acción política y una vida política necesita romper las cadenas que la atan, necesita dejar de pensar que ella es inútil para la política, que la política sólo es tarea de hombres, que nadie la va a tomar en cuenta, que su opinión tiene menos peso que una pluma.
Cuando una mujer logra romper eso, logra verse de manera diferente al espejo. Ve una mujer capaz de cualquier cosa, se sabe importante, se ve hermosa y libre, pero por sobre todo CAPAZ DE TODO. Las primeras mujeres que estudiaron y que se arriesgaron al juicio social porque lograron alcanzar esta revolución. Destruyeron los parámetros patriarcales. Ejemplo de esto es la señora Elena Caffarena, primera abogada de Chile.
Una vez que la mujer logre tener noción de las cosas y de sus grandes capacidades para con la sociedad y la vida pública y, por supuesto, la puesta en escena de sus capacidades, la revolución de la cabeza ha salido con éxito.
Segunda Revolución: La revolución del cuerpo
Cuando la mujer logra tener una mejor visión sobre lo que es capaz, y por lo tanto logra ver lo que es de ella y lo que no. Una de las cosas que le pertenece son las decisiones que quiere para su vida, y de cómo llevar a cabo dichas metas.
Por lo mismo, la maternidad y la sexualidad es parte de esas decisiones. Una mujer que logra emancipar su cuerpo decide cuando quiere o no ser madre y si quiere o no tener relaciones sexuales con quién quiera y cuando quiera. Una mujer que ha emancipado su cuerpo se desata de las cadenas patriarcales que le niegan a la mujer el derecho al placer, y de que ésta sólo sirve para encubar hijos.
Una mujer es cien por ciento libre de tener relaciones cuando lo desee sin que la estén obligando, es libre de tener relaciones con quien desee mientras cuide su cuerpo, porque una mujer que decide emancipar su cuerpo lo cuida como un tesoro, porque gracias a él puede llevar a cabo cualquier revolución.
Una mujer que no desee ser madre, no es menos mujer ni más mujer, simplemente es una mujer y si llega a quedar embarazada sin desearlo, tiene toda la responsabilidad de tomar una decisión autónoma sobre el tema y el aborto, por supuesto que entra en esta categoría. A la mujer se le pasa toda la responsabilidad cuando se trata de un bebé, por lo mismo, debemos entregarle toda la responsabilidad sobre la decisión sobre si quiere o no, tenerlo.
Una mujer que logra revolucionar su cuerpo, entregarle placer y cuidarlo, es una mujer que lo ha emancipado, porque el patriarcado niega estos derechos a las mujeres y les entrega esas responsabilidades al hombre cómo si sólo él pudiera hacerse responsable de nuestro placer o de cuidar nuestro cuerpo, cosa que no es así.
Tercera Revolución: La revolución Social
Tercera Revolución: La revolución Social
Cuando una mujer ya es totalmente autónoma, cuando ha logrado llevar a cabo estas dos difíciles revoluciones siendo mujer, está lista para empezar la ardua batalla en la sociedad, sumándose a todos los organismos socio-políticos, trabajos, partidos políticos, etc. sin tener que ser desplazada hacia las últimas filas por el simple hecho de ser mujer o de sentirse menos que nadie.
Con estas tres revoluciones, la mujer puede optar por un millón de caminos, la vida se hace más amable porque es la vida que tu vas eligiendo. Claramente al principio no es color de rosa, porque la emancipación de una mujer duele, a los que rodean a la mujer que está en este proceso revolucionario y a ella misma que siente las críticas de la sociedad y de quienes la rodean. A fin de cuentas nadie dijo que esto sería fácil.
La revolución de la mujer no se hace con sangre, se hace con lágrimas porque sentimos de manera más dura el rechazo social por salirnos de la linea que nos impone el patriarcado.
Con estas tres revoluciones, la mujer puede optar por un millón de caminos, la vida se hace más amable porque es la vida que tu vas eligiendo. Claramente al principio no es color de rosa, porque la emancipación de una mujer duele, a los que rodean a la mujer que está en este proceso revolucionario y a ella misma que siente las críticas de la sociedad y de quienes la rodean. A fin de cuentas nadie dijo que esto sería fácil.
La revolución de la mujer no se hace con sangre, se hace con lágrimas porque sentimos de manera más dura el rechazo social por salirnos de la linea que nos impone el patriarcado.